Relatos de Perro Xico
martes, 11 de agosto de 2020
viernes, 13 de marzo de 2020
Sin saberlo
Mi
abuela Elvira tenía tres vestidos. Si le regalaban uno nuevo, lo guardaba y no
se lo ponía hasta que alguno de los que usaba estuviera muy estropeado. En ese
caso, reutilizaba el antiguo para hacer trapos y empezaba a ponerse el nuevo.
También hacía jabón natural con aceite usado. Recuerdo ese olor que tenía ella,
su ropa y toda la casa, pues lo utilizaba para todo. Ahora eso lo hacen los
ecologistas, pues igual mi abuela lo era sin saberlo.
Nunca
se maquilló la cara y tuvo toda su vida un cutis estupendo. Su secreto era no
tomar demasiado el sol. Presumía de un estupendo pelo totalmente blanco que
llevaba con mucho orgullo recogido en un moño bajo y con un caracolillo en la
frente que se hacía con su versátil jabón manufacturado. Era una mujer
empoderada, sin saberlo.
No
necesitaba más que lo necesario y era la persona más feliz del mundo. Ahora
llaman a eso minimalismo, pues igual mi abuela era minimalista sin saberlo.
Cualquier
actividad por simple que fuera, la hacía con conciencia, desde fregar a pintar
las sillas de su casa. Ahora llaman a eso mindfulness, pues igual mi abuela lo
practicaba sin saberlo…
sábado, 8 de febrero de 2020
La charla
La charla
El instituto Isla Azul tenía fama
de ser el mejor instituto de la provincia. Destacaba este instituto por su
alumnado, que día a día sorprendía a sus profesores trayendo todas y cada una
de las actividades que se mandaban. ¿El secreto…? Se cuenta que los alumnos de
este instituto están vacunados contra una epidemia que asoló el centro hacía
unos diez años.
Al llegar al instituto la nueva
remesa de alumnos es informada el primer día de clase de los extraños fenómenos
que acaecieron hacía una década.
Se cuenta que, un día como hoy de
hace diez años, a un niño se le ocurrió no traer la tarea hecha, al preguntar
el profesor sobre tan insólito acontecimiento, el alumno indicó que sí la tenía
realizada, pero que se le había olvidado en casa. Esto ocurrió en la clase de
Matemáticas pero ese mismo alumno repitió las mismas palabras en Música.
Otra alumna ese día se hizo eco
de las palabras de su compañero y decidió pronunciarlas en la clase de
Biología. Otros alumnos la imitaron en sus respectivas clases… El virus empezó
a expandirse rápidamente y a la hora del recreo todos estaban infectados.
En una semana ningún alumno traía
la tarea, pero eso sí, decía que la tenía hecha pero que se le había olvidado
porque… y a continuación relataban una serie de excusas de lo más variopintas.
A saber:
-
Se
me ha olvidado porque he cambiado de archivador.
-
Es
que me he traído el cuaderno que no era.
-
Me
lo he dejado en casa de mis abuelos porque pasé la tarde allí.
-
Me
está corrigiendo el cuaderno el profesor de clases particulares.
-
Me
han robado el cuaderno de la mochila.
Y la mejor excusa según el número de alumnos que se acogieron a ella:
-NO LA HE PODIDO TRAER PORQUE LA
ESTOY PASANDO A LIMPIO.
En un mes la situación se volvió
insostenible, miles de deberes sin hacer, cuadernos sin corregir…Todo un caos.
En el siguiente claustro de
profesores se decidió alertar a las autoridades sobre esta situación y un día
una serie de expertos comprobaron por sí mismos la gravedad de los hechos. Tras
la elaboración de un exhaustivo informe se decidió poner el instituto en
cuarentena.
Se colgó un documento en la
puerta del instituto que decía así:
AVISO
IMPORTANTE
Se comunica al alumnado que
debido al virus que acecha al instituto se va a poner el mismo en cuarentena a
partir del viernes, por lo que no podrá salir de él ningún alumno hasta que la
epidemia pase.
Entonces ocurrió un milagro: al
día siguiente todos trajeron sus tareas, por lo que se cambió el aviso por el
siguiente:
AVISO
MENOS IMPORTANTE PERO IMPORTANTE AL FIN Y AL CABO
Se comunica al alumnado que
debido al retroceso del virus que acecha el instituto se pospone la cuarentena
hasta nuevo aviso, aviso que dependerá de que se sigan trayendo las tareas
hechas de casa…
A partir de entonces todos traían
sus deberes hechos y en diez años no se conoce ningún alumno que no los
trajera.
Hay algunos alumnos que dicen que la historia
es inventada y que esa charla de principios de curso es ficticia, pero… ¿quién
se atreve ahora a no llevar las tareas hechas?
jueves, 2 de agosto de 2018
Los abubillos
¿Qué pasaría si por un error burocrático y una serie de divertidos malentendidos se quisiera construir una carretera en medio de un pueblo ecológico con vida propia? Esa es la trama de LOS ABUBILLOS, una entretenida historia, contada con humor, sobre las peripecias de los habitantes de Abubilla del Camino. A lo largo de la novela se darán a conocer singulares personajes como el alcalde Sandalio y su desajuste con el tiempo, su entrañable y diminuta suegra Edelmira o el complicado Juan de Vinagre. Todo ello salpimentado con fenómenos paranormales, cine, música, teatro y un amor inmenso por la naturaleza. Los abubillos tienen el secreto de la felicidad...¿Quieres conocer cuál es?
martes, 17 de octubre de 2017
Guayarmina
Era temprano, pero
Guayarmina ya estaba en la cama, le habían mandado acostarse pronto. Ella,
disciplinada, hizo caso. Tenía la costumbre de dormir con un muñeco de trapo.
Lo había bautizado con el nombre de Rayco; así se llamaba también el compañero
de juegos de su isla natal, al que hacía mucho tiempo que no veía, quizás
demasiado. El muñeco tenía la cara manchada de yogur porque a Guayarmina le
gustaba compartir el postre con él, cosa que a su cuidadora le hacía mucha
gracia cuando lo veía pero no tanto tener que limpiarlo.
Eligió soñar con una nueva
travesura para contársela a su amigo. Algo como subir a los árboles y que todo
el mundo les buscase. Soltó una carcajada pensando en cómo ella y Rayco desde
lo alto verían a los mayores buscar sin éxito.
Fuera llovía y esto le
impedía conciliar el sueño. Pensó en la ropa tendida, no recordaba si tenía
responsabilidad sobre ello, pero pensar que la ropa pudiera estar empapada le
producía intranquilidad. Al rato se olvidó del asunto y encendió la luz de la
mesita de noche. Al lado de la lámpara había un cuaderno con instrucciones
sobre cómo tomar una serie de medicamentos. Guayarmina tomaba mucha medicación
sin saber por qué, alguien se la daba, su madre quizás, o era su madrina, la
tita Virtudes…Arrancó una de las hojas del cuaderno y empezó a hacer dobleces,
se le daba bastante bien, sobre todo hacer abanicos de papel.
Se aburría, apagó la luz e
intentó dormir. El sueño
empezó a hacer mella en ella, pero recordó que no se había lavado los dientes.
En su cabeza oía las palabras de su madre: "sin dientes limpios no hay
sueños bonitos".
A pesar de que le daba mucha
pereza, se levantó, se calzó sus zapatillas y fue derecha al cuarto de aseo. Le
costaba mucho andar y tenía dolores en la espalda, se iba apoyando en la pared.
Al llegar, el espejo que
allí había le descubrió a una anciana de pelo blanco, en cuya boca no asomaba
ningún diente. En un momento de lucidez, Guayarmina soltó un suspiro.
A los dos segundos estaba
buscando su cepillo de dientes y al no encontrarlo empezó a llamar a su madre…
domingo, 8 de octubre de 2017
Cliente exclusivo
En
la tienda de cosméticos más exclusiva de la ciudad, Clara recibía instrucciones
de su nerviosa encargada.
-Tienes
que hacer el inventario semanal, que no se te olvide reponer, sobre todo los
coloretes, que esté todo muy ordenado y con los precios puestos. Ha llegado una
caja con muestras de maquillaje, me las llevo casi todas, dejo unas pocas en el
cajón para que las regales, pero ojo, sólo a clientes exclusivos… tú ya me
entiendes. Bueno me voy ya, te dejo a cargo de la tienda. Si surge algún
problema no me llames a mí, arréglalo tú…Y no vuelvas a venir sin estar
maquillada, me duele la boca de decírtelo…
La encargada cruzó la puerta tan rápido que dejó a Clara con un “vale, adiós” en la boca. Como no había ningún cliente, aprovechó para hacer el inventario aunque en realidad era una tarea de su encargada. Cuando terminó, abrió el cajón con las muestras y decidió meterlas en una pequeña cesta que adornó con una cinta. Había pintalabios, coloretes y sombras de ojos en colores claros, que era justo lo que no le gustaba a la encargada que siempre iba pintadísima en tonos oscuros.
La encargada cruzó la puerta tan rápido que dejó a Clara con un “vale, adiós” en la boca. Como no había ningún cliente, aprovechó para hacer el inventario aunque en realidad era una tarea de su encargada. Cuando terminó, abrió el cajón con las muestras y decidió meterlas en una pequeña cesta que adornó con una cinta. Había pintalabios, coloretes y sombras de ojos en colores claros, que era justo lo que no le gustaba a la encargada que siempre iba pintadísima en tonos oscuros.
Clara empezó a trabajar
en la tienda de cosméticos desde hacía dos años para pagarse sus estudios de
Bellas Artes, lo único que le gustaba de trabajar allí era el sinfín de colores
de todo tipo que había. La verdad es que no tenía mucha idea de cosmética pero
aconsejaba muy bien sobre tonalidades.
Entró un hombre y compró el primer estuche de
maquillaje que vio, le pidió a Clara que lo envolviera para regalo. Ella pensó
que ese hombre había comprado el regalo más despersonalizado del mundo, ni
siquiera había abierto el estuche para ver las tonalidades.
-¿Quiere usted que le
enseñe los colores que lleva?-preguntó Clara.
-No, me lo envuelves
como te he dicho y ya está. Con que sea de marca…
Se lo envolvió con
esmero. El hombre pagó y con el mismo desinterés que entró, salió. Igual éste
era lo que su encargada llamaba “cliente exclusivo” pero no para Clara.
Al rato entraron dos
jóvenes muy elegantes que compraron esmalte de uñas de temporada de una firma muy
cara. Se quejaban de que los botes eran minúsculos y que tampoco era para tanto
porque la laca se resquebrajaba al día siguiente. Clara, aun sabiendo que como
su encargada le escuchase iban a caer rayos del cielo, les dijo que por la
mitad de precio los tenía de otra marca que no era tan conocida pero que tenía
mejor calidad. Una de las jóvenes le dijo:
-Es que si no se conoce
la marca no tiene gracia…
La otra joven miró de
arriba abajo a Clara como si hubiese cometido sacrilegio, por lo que la
dependienta decidió que la cesta de las muestras iba a seguir en el cajón un
poco más.
Siguieron entrando
clientes pero ninguno exclusivo para los ojos de Clara.
Veinte minutos antes de
cerrar entró Lola, la limpiadora de la tienda, tras saludar a Clara, le dijo
que iba a echar un vistazo para comprarle algo a su hermana. Se llevó todo el
tiempo mirando exhaustivamente los colores que creía que le iban a gustar, su
presupuesto le daba sólo para un pintalabios y se lo llevó a Clara para que se
lo cobrase.
-Buena elección Lola,
un tono claro muy favorecedor.
- Sí, a mi hermana le
encantan los tonos claros, me gustaría comprarle algo más, pero estos precios
son imposibles…
-Pues… ¿sabes qué Lola?
Ese mismo color está en la cesta de maquillaje que te acabas de ganar por ser
la cliente más exclusiva que ha pasado por la tienda- y diciendo esto volvió a
colocar la barrita en el expositor y entregó la cesta a la agradecida Lola.
domingo, 1 de octubre de 2017
El cumpleaños de Benita
Desde que Benita
cumplió noventa y cinco años, se celebraba su cumpleaños como si fuera el
último. Su vida apacible y tranquila en el campo se transformaba una vez al año
en un ir y venir de familiares y amigos, preparativos...Ella vivía dedicada a
su huerto, a sus animales y a su lucha clandestina contra la idea del alcalde
de que la autopista pasara por el pueblo. Este alcalde recibía periódicamente
cartas anónimas de Benita invitándole a desistir de la idea. A regañadientes
aceptó poner un teléfono en su casa y así prevenir que la visitaran todos los
días para saber cómo estaba, y de paso, hacer alguna que otra llamada anónima a
las cuatro de la mañana a la casa del alcalde. Tobías, un sobrino suyo, no
comprendía cómo la primera pregunta tras colocar el aparato era cómo llamar sin
que aparezca el número. Se lo enseñó, ella se lo agradeció y no se dieron más
explicaciones. Pero no consintió en tener móvil. En un cajón se
almacenaban móviles que le habían regalado y que ella agradecía con
cariño al tiempo que los guardaba en un cajón con sus demás hermanos móviles.
Era víspera de su centésimo cumpleaños y a Tobías se le había metido en la cabeza que ese año iba a ser el último de su tía, pero esta vez de verdad, y había movilizado a los allegados para darle a Benita la mejor despedida. Como era tradición, todos llevaban algo de comer siguiendo las instrucciones de la homenajeada: nada de carne, todo productos de huertas elaborados de forma casera y si alguien llevaba huevos, tenían que ser de gallinas de campo que estuvieran al aire libre y, hacía una apreciación, que se las viera felices, si no, no.
Benita, por motivos prácticos, había hecho testamento y había especificado quien quería que cuidara de sus animales, no fuera a ser que si la autopista se hiciera, le atropellara un coche por accidente.
Ella no guardaba dinero, tenía su pensión y hacía cálculos todos los meses para gastársela entera a final de mes.
El 8 de agosto, el sol había bajado su intensidad para respetar su cumpleaños y un ligero aire de poniente decidió ir al evento, con lo que el día veraniego se tornó fresquísimo y muy agradable.
A medianoche tenía que finalizar todo, porque Benita tenía el convencimiento de que la noche era para dormir y con eso no partía peras. Los primeros en llegar fueron los músicos de la orquesta sinfónica del pueblo, estaban encantados con homenajear a la cumpleañera, que además era una mecenas de la música, daba aportaciones periódicas al conservartorio para que no cerrara sus puertas por falta de fondos. Después empezaron a llegar los vecinos, que adornaron la casa de Benita. Tobías el organizador, llegó el último porque su tía se había emperrado en que le regalara una campana y había tenido que ir al pueblo de al lado para comprarla. Cuando llegó, se la dio, ella se lo agradeció y como era costumbre no dio más explicaciones.
La velada se desarrolló entre música, deliciosa comida, risas y muestras de afecto. A la cumpleañera la abrazaban fuerte y a más de alguno se le soltaba alguna lagrimita. Al décimo abrazo de ese estilo Benita, que estaba harta de tanto empalague sentimental, tomó en brazos a su perro Malaspulgas para que hiciera desistir al próximo que la viniera a abrazar.
LLegó la hora de la tarta. La habían hecho entre siete vecinos, llevaba ocho frutas diferentes, leche vegetal y huevos de unas gallinas felicísimas que vivían en el mejor y más grande corral del pueblo. Una vecina se adelantó a decirle de donde venían los huevos, ella dio su aprobación y pusieron la tarta en medio de la mesa. Como no es de extrañar, la parte superior de la tarta era toda velas. Tobías se había encargado de ponerlas y más de una vez se perdió en la cuenta y tuvo que empezar de nuevo.
Para soplar las velas necesitó la ayuda de cuatro vecinos de gran capacidad pulmonar, que decidieron soplar cada uno por un cuadrante de la tarta. A continuación llegaron los regalos: un teléfono móvil que Benita agradeció, indicando que, de ese color, era el primero que tenía y que fue derechito al cajón, dos libros de recetas vegetarianas, cuatro botellas de vino dulce ecológico, dos vestidos hechos a mano, un bolso grande de crochet(a opinión de Benita siempre vienen bien, los chicos no, pero en los grandes caben muchas cosas)un juego de tazas con tetera y la mejor noticia que podía recibir: el alcalde había desistido en su empeño sobre la autopista. Esto era debido a la presión recibida y porque una plataforma ciudadana, que también recibía donaciones anónimas... había hecho una campaña de difusión estupenda y había conseguido que todo el pueblo se movilizara a favor de que la autopista no cruzara el pueblo. Tobías fue el encargado de dar tan estupendo anuncio, todos aplaudieron y la homenajeada sonrió como quien recoge los frutos de un trabajo bien hecho. Empezó a pensar que lo siguiente sería iniciar ella misma una campaña a favor de replantar el monte que tenían cerca, pero ya lo estudiaría mejor mañana, quería recrearse en las mieles del triunfo.
A las once y cincuenta y nueve todos bailaban y a las doce en punto Benita toca la campana, señal inequívoca de que tenían que irse a sus casas.
El 8 de agosto del año siguiente, Tobías se quebraba la cabeza pensando porqué su tía le había encargado un megáfono. Los allegados de Benita preparaban su cumpleaños como si fuera el último.....
Era víspera de su centésimo cumpleaños y a Tobías se le había metido en la cabeza que ese año iba a ser el último de su tía, pero esta vez de verdad, y había movilizado a los allegados para darle a Benita la mejor despedida. Como era tradición, todos llevaban algo de comer siguiendo las instrucciones de la homenajeada: nada de carne, todo productos de huertas elaborados de forma casera y si alguien llevaba huevos, tenían que ser de gallinas de campo que estuvieran al aire libre y, hacía una apreciación, que se las viera felices, si no, no.
Benita, por motivos prácticos, había hecho testamento y había especificado quien quería que cuidara de sus animales, no fuera a ser que si la autopista se hiciera, le atropellara un coche por accidente.
Ella no guardaba dinero, tenía su pensión y hacía cálculos todos los meses para gastársela entera a final de mes.
El 8 de agosto, el sol había bajado su intensidad para respetar su cumpleaños y un ligero aire de poniente decidió ir al evento, con lo que el día veraniego se tornó fresquísimo y muy agradable.
A medianoche tenía que finalizar todo, porque Benita tenía el convencimiento de que la noche era para dormir y con eso no partía peras. Los primeros en llegar fueron los músicos de la orquesta sinfónica del pueblo, estaban encantados con homenajear a la cumpleañera, que además era una mecenas de la música, daba aportaciones periódicas al conservartorio para que no cerrara sus puertas por falta de fondos. Después empezaron a llegar los vecinos, que adornaron la casa de Benita. Tobías el organizador, llegó el último porque su tía se había emperrado en que le regalara una campana y había tenido que ir al pueblo de al lado para comprarla. Cuando llegó, se la dio, ella se lo agradeció y como era costumbre no dio más explicaciones.
La velada se desarrolló entre música, deliciosa comida, risas y muestras de afecto. A la cumpleañera la abrazaban fuerte y a más de alguno se le soltaba alguna lagrimita. Al décimo abrazo de ese estilo Benita, que estaba harta de tanto empalague sentimental, tomó en brazos a su perro Malaspulgas para que hiciera desistir al próximo que la viniera a abrazar.
LLegó la hora de la tarta. La habían hecho entre siete vecinos, llevaba ocho frutas diferentes, leche vegetal y huevos de unas gallinas felicísimas que vivían en el mejor y más grande corral del pueblo. Una vecina se adelantó a decirle de donde venían los huevos, ella dio su aprobación y pusieron la tarta en medio de la mesa. Como no es de extrañar, la parte superior de la tarta era toda velas. Tobías se había encargado de ponerlas y más de una vez se perdió en la cuenta y tuvo que empezar de nuevo.
Para soplar las velas necesitó la ayuda de cuatro vecinos de gran capacidad pulmonar, que decidieron soplar cada uno por un cuadrante de la tarta. A continuación llegaron los regalos: un teléfono móvil que Benita agradeció, indicando que, de ese color, era el primero que tenía y que fue derechito al cajón, dos libros de recetas vegetarianas, cuatro botellas de vino dulce ecológico, dos vestidos hechos a mano, un bolso grande de crochet(a opinión de Benita siempre vienen bien, los chicos no, pero en los grandes caben muchas cosas)un juego de tazas con tetera y la mejor noticia que podía recibir: el alcalde había desistido en su empeño sobre la autopista. Esto era debido a la presión recibida y porque una plataforma ciudadana, que también recibía donaciones anónimas... había hecho una campaña de difusión estupenda y había conseguido que todo el pueblo se movilizara a favor de que la autopista no cruzara el pueblo. Tobías fue el encargado de dar tan estupendo anuncio, todos aplaudieron y la homenajeada sonrió como quien recoge los frutos de un trabajo bien hecho. Empezó a pensar que lo siguiente sería iniciar ella misma una campaña a favor de replantar el monte que tenían cerca, pero ya lo estudiaría mejor mañana, quería recrearse en las mieles del triunfo.
A las once y cincuenta y nueve todos bailaban y a las doce en punto Benita toca la campana, señal inequívoca de que tenían que irse a sus casas.
El 8 de agosto del año siguiente, Tobías se quebraba la cabeza pensando porqué su tía le había encargado un megáfono. Los allegados de Benita preparaban su cumpleaños como si fuera el último.....
Suscribirse a:
Entradas (Atom)