Mi
abuela Elvira tenía tres vestidos. Si le regalaban uno nuevo, lo guardaba y no
se lo ponía hasta que alguno de los que usaba estuviera muy estropeado. En ese
caso, reutilizaba el antiguo para hacer trapos y empezaba a ponerse el nuevo.
También hacía jabón natural con aceite usado. Recuerdo ese olor que tenía ella,
su ropa y toda la casa, pues lo utilizaba para todo. Ahora eso lo hacen los
ecologistas, pues igual mi abuela lo era sin saberlo.
Nunca
se maquilló la cara y tuvo toda su vida un cutis estupendo. Su secreto era no
tomar demasiado el sol. Presumía de un estupendo pelo totalmente blanco que
llevaba con mucho orgullo recogido en un moño bajo y con un caracolillo en la
frente que se hacía con su versátil jabón manufacturado. Era una mujer
empoderada, sin saberlo.
No
necesitaba más que lo necesario y era la persona más feliz del mundo. Ahora
llaman a eso minimalismo, pues igual mi abuela era minimalista sin saberlo.
Cualquier
actividad por simple que fuera, la hacía con conciencia, desde fregar a pintar
las sillas de su casa. Ahora llaman a eso mindfulness, pues igual mi abuela lo
practicaba sin saberlo…