En
la tienda de cosméticos más exclusiva de la ciudad, Clara recibía instrucciones
de su nerviosa encargada.
-Tienes
que hacer el inventario semanal, que no se te olvide reponer, sobre todo los
coloretes, que esté todo muy ordenado y con los precios puestos. Ha llegado una
caja con muestras de maquillaje, me las llevo casi todas, dejo unas pocas en el
cajón para que las regales, pero ojo, sólo a clientes exclusivos… tú ya me
entiendes. Bueno me voy ya, te dejo a cargo de la tienda. Si surge algún
problema no me llames a mí, arréglalo tú…Y no vuelvas a venir sin estar
maquillada, me duele la boca de decírtelo…
La encargada cruzó la puerta tan rápido que dejó a Clara con un “vale, adiós” en la boca. Como no había ningún cliente, aprovechó para hacer el inventario aunque en realidad era una tarea de su encargada. Cuando terminó, abrió el cajón con las muestras y decidió meterlas en una pequeña cesta que adornó con una cinta. Había pintalabios, coloretes y sombras de ojos en colores claros, que era justo lo que no le gustaba a la encargada que siempre iba pintadísima en tonos oscuros.
La encargada cruzó la puerta tan rápido que dejó a Clara con un “vale, adiós” en la boca. Como no había ningún cliente, aprovechó para hacer el inventario aunque en realidad era una tarea de su encargada. Cuando terminó, abrió el cajón con las muestras y decidió meterlas en una pequeña cesta que adornó con una cinta. Había pintalabios, coloretes y sombras de ojos en colores claros, que era justo lo que no le gustaba a la encargada que siempre iba pintadísima en tonos oscuros.
Clara empezó a trabajar
en la tienda de cosméticos desde hacía dos años para pagarse sus estudios de
Bellas Artes, lo único que le gustaba de trabajar allí era el sinfín de colores
de todo tipo que había. La verdad es que no tenía mucha idea de cosmética pero
aconsejaba muy bien sobre tonalidades.
Entró un hombre y compró el primer estuche de
maquillaje que vio, le pidió a Clara que lo envolviera para regalo. Ella pensó
que ese hombre había comprado el regalo más despersonalizado del mundo, ni
siquiera había abierto el estuche para ver las tonalidades.
-¿Quiere usted que le
enseñe los colores que lleva?-preguntó Clara.
-No, me lo envuelves
como te he dicho y ya está. Con que sea de marca…
Se lo envolvió con
esmero. El hombre pagó y con el mismo desinterés que entró, salió. Igual éste
era lo que su encargada llamaba “cliente exclusivo” pero no para Clara.
Al rato entraron dos
jóvenes muy elegantes que compraron esmalte de uñas de temporada de una firma muy
cara. Se quejaban de que los botes eran minúsculos y que tampoco era para tanto
porque la laca se resquebrajaba al día siguiente. Clara, aun sabiendo que como
su encargada le escuchase iban a caer rayos del cielo, les dijo que por la
mitad de precio los tenía de otra marca que no era tan conocida pero que tenía
mejor calidad. Una de las jóvenes le dijo:
-Es que si no se conoce
la marca no tiene gracia…
La otra joven miró de
arriba abajo a Clara como si hubiese cometido sacrilegio, por lo que la
dependienta decidió que la cesta de las muestras iba a seguir en el cajón un
poco más.
Siguieron entrando
clientes pero ninguno exclusivo para los ojos de Clara.
Veinte minutos antes de
cerrar entró Lola, la limpiadora de la tienda, tras saludar a Clara, le dijo
que iba a echar un vistazo para comprarle algo a su hermana. Se llevó todo el
tiempo mirando exhaustivamente los colores que creía que le iban a gustar, su
presupuesto le daba sólo para un pintalabios y se lo llevó a Clara para que se
lo cobrase.
-Buena elección Lola,
un tono claro muy favorecedor.
- Sí, a mi hermana le
encantan los tonos claros, me gustaría comprarle algo más, pero estos precios
son imposibles…
-Pues… ¿sabes qué Lola?
Ese mismo color está en la cesta de maquillaje que te acabas de ganar por ser
la cliente más exclusiva que ha pasado por la tienda- y diciendo esto volvió a
colocar la barrita en el expositor y entregó la cesta a la agradecida Lola.
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