domingo, 8 de octubre de 2017

Cliente exclusivo

En la tienda de cosméticos más exclusiva de la ciudad, Clara recibía instrucciones de su nerviosa encargada.
-Tienes que hacer el inventario semanal, que no se te olvide reponer, sobre todo los coloretes, que esté todo muy ordenado y con los precios puestos. Ha llegado una caja con muestras de maquillaje, me las llevo casi todas, dejo unas pocas en el cajón para que las regales, pero ojo, sólo a clientes exclusivos… tú ya me entiendes. Bueno me voy ya, te dejo a cargo de la tienda. Si surge algún problema no me llames a mí, arréglalo tú…Y no vuelvas a venir sin estar maquillada, me duele la boca de decírtelo…
La encargada cruzó la puerta tan rápido que dejó a Clara con un “vale, adiós” en la boca. Como no había ningún cliente, aprovechó para hacer el inventario aunque en  realidad era una tarea de su encargada. Cuando terminó, abrió el cajón con las muestras y decidió meterlas en una pequeña cesta que adornó con una cinta. Había pintalabios, coloretes y sombras de ojos en colores claros, que era justo lo que no le gustaba a la encargada que siempre iba pintadísima en tonos oscuros.
Clara empezó a trabajar en la tienda de cosméticos desde hacía dos años para pagarse sus estudios de Bellas Artes, lo único que le gustaba de trabajar allí era el sinfín de colores de todo tipo que había. La verdad es que no tenía mucha idea de cosmética pero aconsejaba muy bien sobre tonalidades.
 Entró un hombre y compró el primer estuche de maquillaje que vio, le pidió a Clara que lo envolviera para regalo. Ella pensó que ese hombre había comprado el regalo más despersonalizado del mundo, ni siquiera había abierto el estuche para ver las tonalidades.
-¿Quiere usted que le enseñe los colores que lleva?-preguntó Clara.
-No, me lo envuelves como te he dicho y ya está. Con que sea de marca…
Se lo envolvió con esmero. El hombre pagó y con el mismo desinterés que entró, salió. Igual éste era lo que su encargada llamaba “cliente exclusivo” pero no para Clara.
Al rato entraron dos jóvenes muy elegantes que compraron esmalte de uñas de temporada de una firma muy cara. Se quejaban de que los botes eran minúsculos y que tampoco era para tanto porque la laca se resquebrajaba al día siguiente. Clara, aun sabiendo que como su encargada le escuchase iban a caer rayos del cielo, les dijo que por la mitad de precio los tenía de otra marca que no era tan conocida pero que tenía mejor calidad. Una de las jóvenes le dijo:
-Es que si no se conoce la marca no tiene gracia…
La otra joven miró de arriba abajo a Clara como si hubiese cometido sacrilegio, por lo que la dependienta decidió que la cesta de las muestras iba a seguir en el cajón un poco más.
Siguieron entrando clientes pero ninguno exclusivo para los ojos de Clara.
Veinte minutos antes de cerrar entró Lola, la limpiadora de la tienda, tras saludar a Clara, le dijo que iba a echar un vistazo para comprarle algo a su hermana. Se llevó todo el tiempo mirando exhaustivamente los colores que creía que le iban a gustar, su presupuesto le daba sólo para un pintalabios y se lo llevó a Clara para que se lo cobrase.
-Buena elección Lola, un tono claro muy favorecedor.
- Sí, a mi hermana le encantan los tonos claros, me gustaría comprarle algo más, pero estos precios son imposibles…

-Pues… ¿sabes qué Lola? Ese mismo color está en la cesta de maquillaje que te acabas de ganar por ser la cliente más exclusiva que ha pasado por la tienda- y diciendo esto volvió a colocar la barrita en el expositor y entregó la cesta a la agradecida Lola.

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